En verdad, no debería de haber ninguna Iglesia Católica y si me apuraran mucho o sin apurarme, solo debería haber una sola Iglesia sin adjetivo que la acompañara, no obstante, metido en este dilema, me queda la sensación y la certeza de que todo es una parafernalia de la que nos servimos para justificar nuestras conciencias y vivir lo más placenteramente posible sin tener que dar muchas explicaciones a nuestros egos. Y es que como criaturas necesitamos de un escudo, de una creencia, de una religión, que nos proteja de nuestras debilidades, de nuestras impotencias, de nuestras inseguridades constantes y de todo aquello que represente alguna amenaza sobre nuestra comodidad, ya sea en lo material, en los sentimientos o en lo espiritual, por ser precisamente criaturas materiales, de sentimientos y espirituales.
Ya decía en una reflexión mía anterior que “El convencimiento está sustentado en la experiencia o no, que el sujeto realiza cuando vive según su moral, buscando siempre un equilibrio racional, que le agote lo menos posible en lo emocional…”
Volviendo al título de esta reflexión, las Iglesias Católicas, porque hay tantas como necesidades placenteras tenemos los integrantes de las mismas, están bien montadas y estructuradas para que cada uno de sus integrantes nos sintamos cómodos dentro de ellas sin tener que pedirles explicaciones de por qué esto o de por qué esto otro. Y cuando digo las Iglesias Católicas, también podría decir la Iglesia de las Hermandades, la Iglesia Neocatecumenales, la Iglesia de la distintas Congregaciones, la Iglesia de la Burguesía, la Iglesia de los Purpurados, La Iglesia del Vaticano, La Iglesia de los Roucos, la Iglesia de la Teología de la Liberación, la Iglesia Misionera, la Iglesia Comprometida, La Iglesia de Base, La Iglesia de los Kikos, La iglesia del Opus Dei, la Iglesia de la Ostentación, la Iglesia de la Farsa, la Iglesia del Teatro, la Iglesia de … y todas Católicas unidas en intereses comunes, sirviéndose del mensaje del personaje de Cristo, como fundador al que reconocen y aceptan como el “El hijo del hombre” y al que manipulan en sus enseñanzas.
No hace mucho tiempo, en unos de los escritos de nuestro querido Juan Leiva, recordaba el año dedicado al sacerdocio y al que yo le contestaba diciéndole: “Juan, gracias por tu artículo. Muchas veces, pero que muchas, me he preguntado por qué es tan ciega "La Iglesia", por qué es tan hipócrita, por qué imparte odio donde se "predica" el amor y por qué excluye y manda a los “infiernos” a parte sus valedores. Tu artículo pone el dedo en la llaga. ¿Por qué, según La Iglesia, sois "curas apestados"?.
Los que habéis entendido que vuestras vidas están más llena de "vida" optando libremente, a pesar de la presiones, por un nuevo estado personal para ser más libres todavía, ¿por qué, desde ese mismo instante, LA IGLESIA os aparta del ejercicio y prédicas y os arrojan a “la isla de los leprosos" como enfermos irrecuperables dignos de no relacionaros con los demás? ¿Esta es la Iglesia del amor?
Pobre e hipócrita "IGLESIA". Esta no es la Iglesia de Cristo. Esta no es la Iglesia que con tanto entusiasmo y ardor acogió a “Saulus” el converso y que con tanta fuerza y generosidad defendió éste ante los romanos, o ante los corintios, o ante los gálatas, o efesios, o filipenses, o…, en fin, ante todos los “predicados en Cristo”.
¿Sabes?, esta IGLESIA, no pierde nada. Y… ¿sabes por qué no pierde nada con llevaros a la leprosería? porque sus miras es el PODER y el DINERO utilizando el nombre de Dios en vano, (véase manifestaciones recientes de Rouco que cuando le han “aflojado la guita”, se ha callado) y… esas ansias de PODER continúan intactas, si cabe, reforzadas con la "ejemplar medida" de mandaros a todos con la "bondad" de la reclusión del olvido a la "isla" para que así no podáis usar la palabra en los púlpitos catecúmenos, aquellas palabras que Cristo nunca se cansaba de repetir como principal mandamiento: “amaos los unos a los otros”.
Vosotros, los calificados como:“secularizados”,“curas arrepentidos”,“colgadores de hábitos”, “desertores”, “resentidos”, “rebotados”..., vosotros sois molestos para esta IGLESIA, la IGLESIA de la ostentación, de la farsa y del teatro.
Juan, permíteme que te diga, allí, en Pilas, vosotros nos metisteis por las venas el amor, la humildad, la pobreza, la bondad para que latiera siempre y fuerte en el corazón y nos hicisteis socios donantes de estas enseñanzas para con el prójimo. Muchas veces nos dijisteis lo de Cristo cuando entró en el templo y echó a los fariseos a latigazos. Muchas.
Dios es libre.
Dios nos hizo a su imagen y semejanza.
No permitamos esclavitud alguna.
Un fuerte abrazo,”.
Esto fue lo que le dije a Juan, totalmente convencido. ¡¡Ay de las Iglesias Católicas ejemplarizantes!!
Y todos coincidiremos en algo fundamental como es las enseñanzas de ese Cristo rompedor con los de su tiempo y con todos los de los tiempos siguientes cuyo mandamiento principal y único fue el “amaos los unos a los otros como yo os he amado” y mandó a sus escogidos en sus enseñanzas para que este mandamiento fuera conocido por todos los que poblaran la tierras.
Este Cristo, no mandó que le hicieran ningún templo y menos, templos lujosos. No enfocó su obra en hacer dinero y aliarse con los ricos, al contrario, invitó a estos a que lo dejaran todo y que lo siguieran. No fue pretensión suya tener un Estado dentro de los Estados de este mundo. Sus enseñanzas siempre fueron en los campos y en las calles. No fundó ninguna “Iglesia Católica”. Empleó su ejemplo de “hombre” e inició el nacimiento de una “Buena Nueva” sin adjetivo y con humildad sobre la base del “amor al prójimo”. No le importó que lo mataran por esta causa para ser semilla que germinara.
¡¡Ay de las Iglesias Católicas y “sus seguidores”!!
Simón Candón 17/042010
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