Pasó el puente de la Inmaculada o de la Constitución, como ahora se le conoce, y con él, conmemoramos un aniversario de viaje, pero no precisamente un viaje de fin de curso o de carrera, sino un viaje de placer de unos cuantos amigos y amigas que maletas, viandas, panderetas, libretos y pestiños en ristre, con sus botellitas de anís correspondiente, se montaron en un autobús en Dos Hermanas para visitar a otro amigo y amiga allá en un pueblo del Levante, llamado Biar. Con pena y más que pena se quedaron en tierra el amigo Corchero y su mujer, que por otra parte esperaban con gran alegría el convertirse abuelos en estas mismas fechas, como así ocurrió.
Nada más el motor arrancado y ya todos sentados en el autobús para la partida, se empezaron a oír los primeros cantos de niños: el panchiviririviri, para ser conductor de primera, etc.,… rememorando tiempos a, con sonrisas entonadas y desentonadas… con lo que comenzó el viaje.
Algunas instrucciones al conductor, y ea, el despiporre, la chorrada de uno, el te acuerdas del otro, la anécdota, el chiste y las risas de todos. El toque de panderetas, los villancicos, los pestiños, los vasitos de anís y los pastelitos fueron la compañía del viaje. Tuvimos nuestras paradas para desayuno y almuerzo con la degustación de la manzanilla del Noni, que como no, no podía faltar en el acompañamiento el tan ilustre caldo.
Y pasaron los minutos, las horas. Y por las ventanillas del autobús se vieron paisajes hermosos, verdes campos y nevadas montañas desde la amanecía, hasta la puesta de sol esplendorosa y la anochecía, que nos envolvió en su seno para entrar por el Levante en el pueblo de Biar, donde fuimos recibidos con gran regocijo por Alfonso y Pepa, su mujer. Abrazos, besos, lágrimas, alborozos, y en definitiva, emoción. Ya allí, cual colegiales, nos dirigimos al pabellón donde por espacio de dos noches y tres días sería nuestra residencia. Venga, las maletas de unos, los bolsos del otros, los chaquetones, las carreras, escaleras arriba; no, en esta planta no, en la siguiente y todo el trajín de subidas y bajadas para llegar a “nuestros cuartos” o camarillas de literas.¡¡Jo que gozada! ¡Qué tiempos vinieron a la memoria! Ésta es mi litera, decían por acá, por allá, por el más allá y por este cuarto y por aquel. Risotadas por todos lados. Chiiiifff, killooo… ¿donde has cogido tu la cama? ¿En que cuarto estás y con quienes? Y nos peleamos con la igualdad, esa, esa que está poniendo de moda la Aidos y las mujeres se fueron todas juntas a unas habitaciones y dejaron a los hombres en otras distintas para que así se cumpliera aquello de que aunque iguales todos, pero también distintos. Y todos felices con aquellas literas de muelles hundidos y de tubo de planta baja y primera. El revuelo. La carcajada. ¡Oye!... ¿hacemos ya la cama? Más de uno ni se acordaban desde cuando no hacían una cama y como vestirla, porque hay que reconocer que esta “faena” es un arte. Todos estos avatares, no cave duda, nos trajeron muchos recuerdos de aquellos tiempos cuando se llegaba a “Pilas” el primer día de curso. Y… era hermoso, aunque vinieran los momentos primeros de “morriñas y soledades”, pero, ¡jo!, como disfrutamos.
Terminado los primeros revuelos y ya afincados cada uno en su sitio, nos fuimos para el comedor, donde, todos reunidos, Alfonso y Pepa nos dirigieron unas palabras emotivas de bienvenida y nos invitaron no solo a saborear los distintos majares culinarios que habían preparado para nosotros, sino también a disfrutar del tiempo que íbamos a estar juntos durante los días de estancia allí en la conversación, en la amistad y en la fraternidad.
Es verdad que a nuestro amigo Alfonso y amiga Pepa, a los dos, le cayeron una muy gorda con nosotros, pero no es menos verdad que sus esfuerzos, merecieron la pena.
¿Qué decir? Pues que nos llevaron a visitar todos los sitios visitables tanto del pueblo de Biar como de Villena donde las puertas estaban preparadas para que se abrieran a nuestras llegadas. Lo tenían todo planificado. ¡Qué gente! Incluso visitamos Alicante capital. El culmen fue la cena del penúltimo día cuando nos sorprendieron con eso, con la cena y con las actuaciones de una rondalla y la de un coro rociero del lugar, allí ya “se nos cayeron los palos del sombrajo” y las emociones fuertes con un rebujito de lágrimas. Entre actos de unos y otros, subimos unos cuantos para agradecer tantas atenciones dispensadas e invitamos a Alfonso y a Pepa para que subieran al escenario donde Alfonso resumió su vida en tres actos importantes: su nacimiento en Nador, donde diera sus primeros pasos; Pilas y Sevilla, donde llegó con doce años acompañado por su madre la primera vez, para quedarse, estudiar, hacerse hermano de todos nosotros y cumplir su segunda etapa; y la tercera, Biar, donde se estableció para siempre. Tres familias que las lleva en su corazón y de las que no se puede desprender. Y… es verdad, gotitas de rocío, agüitas tempraneras, lagrimitas de conventos, lluvias de tormentas salieron de los ojos emocionados. Fue el clímax.
Ya, a la mañana, sí, la de la vuelta, nos dirigimos, como despedida, a su finca, donde nos esperaban con pañuelos blancos en manos de bienvenida, su madre, hermanos y sobrinos con barbacoas y viandas varias para pasar un rato en el caserón junto a la chimenea y reponer fuerzas para el camino. Conforme fue pasando el tiempo, poco a poco, el ambiente se tornaba en nudos en las gargantas para ir despidiéndonos con un hasta luego para romper en mar de lágrimas y sentirnos felices de cómo los lazos de fraternidad que nacieron ya so sé cuantos años (lo sé pero no quiero decirlo) se mantienen y se engrandecen cada vez más. Y así nos fuimos subiendo en ese autobús con el abrazo y el beso de Alfonso y Pepa para llevárnoslo con nosotros para siempre.
Felizmente volvimos a nuestros lugares de residencia a donde nos trajimos las emociones recibidas, el cariño de la gente de Biar, la amistad y fraternidad de la que gozamos todos, las anécdotas para contar siempre y el deseo que siempre expresamos de vernos lo más pronto posible.
Por todo lo acontecido y por los esfuerzos de todos, GRACIAS.
Simón Candón 20/12/2009
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