UNA NOCHE DE LUNA LLENA

Algunas
veces traspasamos las fronteras de las tareas diarias y las preocupaciones que
nos acarrea la vida ajetreada que
llevamos, en donde se revuelcan las noticias, las malas noticias, mensajes que
quieren hacernos más inútiles y dóciles; Y traspasamos esas fronteras
mandándolas al garete y olvidando, aunque sea por unos momentos, el común
diario de las ocupaciones rutinarias.
Y
así sucede que anoche, si, anoche, con mi mujer, me dirigí al paraje de la
Ermita de El Cuervo, lugar de la cita, en donde nos encontramos con un grupo
formado por personas de distintos lugares, como Lebrija, El Cuervo, Jerez,
Chiclana, San Fernando, Guadalcacín… liderados por José Miguel para preñarnos
de Naturaleza y Luna Llena en una noche escandalosamente suave y serena en
donde los sentimientos y olores campestres saltan revoltosamente sin necesidad
de ningún estímulo.
Y
comenzamos la ruta por entre caminos juguetones que se rejuntaban alegremente
para llevarnos a los distintos parajes a admirar y disfrutar las vistas de la
noche de Luna llena.
Y
pasamos por un callejón-túnel para salvar la autopista Cádiz-Sevilla y pisar
las tierras albarizas blancas de Mataparda Alta, pero sin coger pergañas del
mismo color por las que se les conocían a los lugareños de este sitio, para
subir, más tarde, poco a poco la suave, pero pronunciada cuesta hasta llegar al
Cerro del Tío Chache o Cerro de la Mocha, en donde una cancela nos paró en
seco, momento que aprovechamos para hacer un alto en el camino y ver desde esta
cumbre los distintos horizontes llenos de luces artificiales que delataban los
pueblos esparcidos junto al Guadalquivir, para, luego, más tarde, hacernos volver por el mismo sitio hasta llegar
a un cruce, que nos llevaría a la hijuela del Cubos, por la que regresaríamos
al lugar de partida, pasando por la zona también llamada Mataparda la Baja, de
tierras color rojizas, donde tampoco cogimos pergañas que nos señalaran como
“pardeños” distintos de los de arriba.
Luz
de noche de Luna Llena, Suave y serena, virgen luz, que te tragaste la ponienda
del día, y entraste en ella sin aullidos
de lobos.
Mientras
todo esto sucedía, el grupo caminaba en distraídas conversaciones distintas a
las comunes diarias en donde traspasamos esas fronteras mandándolas al garete y
olvidando, aunque sea por unos momentos, el común diario de las ocupaciones
rutinarias.
Simón Candón 6/06/2012
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