Tres es el número que
decimos la mayoría de los humanos de esta cultura hispana cuando nos referimos
a lo que es o dura la vida. Tres días, decimos, es lo que es la vida y la
argumentamos o justificamos en la teoría explicativa de cada uno de ellos. Los
tres días son el ayer, el hoy y el mañana, para luego decir que no es verdad
esa afirmación ya que el ayer ya no existe y por lo tanto no lo podemos vivir
de nuevo; el mañana, no ha llegado y además, nunca llega porque siempre decimos
mañana y tampoco lo llegamos a vivir, con lo que tenemos descartados dos días
de esa vida, y solamente nos queda un día, que es el hoy, que tampoco es verdad
porque de ese día, tan solo vivimos el instante presente en el que estamos,
segundos antes o segundos después del instante, o ha pasado, o no ha llegado.
Conclusión: lo de que la vida son tres días es una farsa para contentarnos y
justificar el instante ese de vida contando nuestras historias pasadas, con la
ilusión de que ese instante se repita en el futuro que se ilusiona y así
justificar el invento del tiempo.
Acabáis de leer el párrafo
anterior y pensareis: vaya royo que nos ha largado; o ¡vaya! con qué ganas ha
empezado a filosofar en el comienzo del artículo, ¿será todo así? Pues vamos a
ello.
¿A cuento de qué viene todo
esto? Viene a cuento de que el día tres, tres, de este mismo mes, ese instante
de vida de Paco, mi amigo, se terminó para siempre. Lo mismo que su tiempo. Ese
instante se convirtió, para él, en siempre y nunca. Para los que les queríamos,
en nunca y siempre mientras que continuemos disfrutando del instante ese de
vida de contar nuestras historias pasadas, o de ese instante repetitivo en el
fututo del tiempo, tiempo que inventamos para disfrutar de ese instante.
El instante mi Amigo Paco,
fue prolongado y silencioso, por lo menos, en los últimos tiempos de ese
instante presente y prolongado.
Contaré y justificaré ese
instante de historia pasada en la reciente vida de mi Amigo Paco de la que
formé parte de algunos de esos instantes silenciosos. Diré que, aunque
físicamente no hablaba, comunicaba su vivencia con resignación absoluta;
manifestaba sus emociones con algunas que otras lágrimas y también con más que
algunas sonrisas. Atento a todo lo que sucedía a su alrededor, llamaba la
atención su total serenidad. Su cautiverio no fue esa habitación de dos camas
en planta baja con crucifijo grandes y Cristo crucificado donde estaba en
instante prolongado en una de esas camas, ni mucho menos. Su cautiverio fue su
propio cuerpo que lo apresó en los últimos de esos instantes sin que se pudiera
liberal de él por mucho empeño que pusiera en ello. Su cautiverio fue una
condena por el delito de padecer Ataxia, una de esas enfermedades raras, que se
sabe que existe, pero que por intereses económicos, los responsables, no ponen
los medios necesarios para aliviarla o para que desaparezca. Y a esas
enfermedades que no interesan, se les llaman Raras. Lo raro es algo desconocido
y que no interesa y a lo que se le da de lado.
En este instante voy a
recordar otros instantes pasados que disfruté con mi Amigo Paco. Ya sé que son
instantes pasados, como este mismo lo será nada más que mencionarlo, pero
también los instantes se hacen presentes con los recuerdos y se viven, así que
los viviré contigo, amigo Paco, incluso
me atreveré a hablarte un rato para contarnos nuestras cosas y hacerlas
instantes presente, incluso aquellas que son pasado y que nunca más viviremos.
Todo es monólogo y tú lo
sabes, pero bueno, vamos a hacerlo bonito. Yo soy muy charlatán. Cuando te
canses, me cierras los ojos y corto, ¿vale?.
(Cerrar los ojos mi amigo
Paco a una pregunta, era responder con un sí)
Paco, hoy es jueves ¿sabes?
¿Te sitúas?
Hoy es jueves y como otros días, nos vamos a ir a dar un
paseo. En esta ocasión, será en la Plaza, porque hoy hace mucha calor y tenemos
que buscar sombra y ahí, en la Plaza, hay gran arboleda y sombras para
resguardarnos del sol.
Ea, pues vámonos.
A ver, antes de salir, vamos
a comprobar que llevas tu gorra. Llevas tus gafas de sol. Vas perfumado.
¿Todo bien?.
¡Ea!, salimos.
Paco, en el bolso llevo un
libro del que te voy a leer algo, después de dar un paseíto por la Plaza,
luego, nos pararemos junto a uno de los bancos de la Plaza, nos sentaremos y
echaremos un ratito de lectura.
Mientras caminamos hacia la
Plaza, tarareo algunas canciones y entre una y otra, le cuento con quien he
hablado de los amigos comunes o a quien o a quienes he visto. Paco no habla, no
se mueve. Va en su carrito. De vez en cuando, paro, lo miro y le pregunto si va
bien, a lo que me responde cerrando sus ojos. Oye y escucha. Su entendimiento
es perfecto. Se emociona. Ríe y llora. Habla con su mirada noble. Su cuerpo es
preso de esa enfermedad rara llamada Ataxia. Maldita. Mil veces maldita.
Ea, Sabo, ya hemos llegado.
(así lo llamamos, también, sus amigos de la infancia)
Bueno, Sabo, nosotros le
vamos a dar unas cuantas de vueltecitas a la Plaza y cuando nos cansemos, nos
sentamos. ¿vale?
Sabo, estoy pensando que hoy
no voy a ser yo quien lea. No. Y mira que tenía un texto preparado para leerte,
porque tú sabes que la mayoría de las veces lo cojo al azar, pero hoy se me han
cruzados los cables y lo vamos a hacer diferente. Hoy te toca leer a ti. Seguro
que te gusta más que escuchar al "pesao" del Simón.
Bueno.
Venga.
Vamos.
Y así, empezamos ese
instante presente prolongado para vivirlo paseando por última vez físicamente, para
continuar dando vueltas a la Plaza hasta cansarnos, sentarnos en un banco a la
sombra de los árboles, leer un capítulo de un libro, pasarte las páginas del
mismo a golpe de mirada noble y agradecida, para terminar nuestro paseo en el
mismo sitio de todos los día, en aquella habitación de dos camas en planta baja
con crucifijo grandes y Cristo crucificado donde estaba en instante prolongado
en una de esas camas.
Nuestro último paseo...
Nos quedaba todavía por
vivir juntos nuestro último instante, pero éste ya fue en la ambulancia, en las
puertas de esa casa en donde pasaste ese instante presente prolongado del único
día que nos quedaba, que era el hoy, que resultó también ser falso porque de
aquella afirmación de "la vida son tres días", solamente nos queda
uno, que es el hoy, que tampoco es verdad porque de ese día, tan solo vivimos
el instante presente en el que estamos, segundos antes o segundos después del
instante, o ha pasado, o no ha llegado.
De todas formas, amigo Paco,
amigo Sabo, de ti, me quedo con el instante presente prolongado de reuniones y
senderos de sierras, bien por los Llanos Republícanos, bien por los de
Grazalema, o bien por el del río Majaceite u otros que recorrimos juntos con
otros amigos.
Tres es el número que
decimos la mayoría de los humanos de esta cultura hispana cuando nos referimos
a lo que es o dura la vida. Para tres días que vivimos...
Amigo Sabo, tu último
instante, ya pasado, fue el de un día tres del tiempo inventado.
Simón Candón 25/08/2016
Que suerte haber compartido con él esos instantes de charlas silentes. Esas son las mejores. Sabes hermano? Eres grande. Tengo la suerte, de ese instante permanente, de tenerte ahí. Soy otro Sabo tuyo. Y que feliz me siento.
ResponderEliminar¿Sabes hermano? el instante siempre presente y eterno es gotita de rocío que empapa nuestros sentimientos y se afirma en nuestra inquebrantable amistad.
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