jueves, 25 de agosto de 2016

PARA TRES DÍAS QUE VIVIMOS...


Tres es el número que decimos la mayoría de los humanos de esta cultura hispana cuando nos referimos a lo que es o dura la vida. Tres días, decimos, es lo que es la vida y la argumentamos o justificamos en la teoría explicativa de cada uno de ellos. Los tres días son el ayer, el hoy y el mañana, para luego decir que no es verdad esa afirmación ya que el ayer ya no existe y por lo tanto no lo podemos vivir de nuevo; el mañana, no ha llegado y además, nunca llega porque siempre decimos mañana y tampoco lo llegamos a vivir, con lo que tenemos descartados dos días de esa vida, y solamente nos queda un día, que es el hoy, que tampoco es verdad porque de ese día, tan solo vivimos el instante presente en el que estamos, segundos antes o segundos después del instante, o ha pasado, o no ha llegado. Conclusión: lo de que la vida son tres días es una farsa para contentarnos y justificar el instante ese de vida contando nuestras historias pasadas, con la ilusión de que ese instante se repita en el futuro que se ilusiona y así justificar el invento del tiempo.

Acabáis de leer el párrafo anterior y pensareis: vaya royo que nos ha largado; o ¡vaya! con qué ganas ha empezado a filosofar en el comienzo del artículo, ¿será todo así? Pues vamos a ello.

¿A cuento de qué viene todo esto? Viene a cuento de que el día tres, tres, de este mismo mes, ese instante de vida de Paco, mi amigo, se terminó para siempre. Lo mismo que su tiempo. Ese instante se convirtió, para él, en siempre y nunca. Para los que les queríamos, en nunca y siempre mientras que continuemos disfrutando del instante ese de vida de contar nuestras historias pasadas, o de ese instante repetitivo en el fututo del tiempo, tiempo que inventamos para disfrutar de ese instante.

El instante mi Amigo Paco, fue prolongado y silencioso, por lo menos, en los últimos tiempos de ese instante presente y prolongado.

Contaré y justificaré ese instante de historia pasada en la reciente vida de mi Amigo Paco de la que formé parte de algunos de esos instantes silenciosos. Diré que, aunque físicamente no hablaba, comunicaba su vivencia con resignación absoluta; manifestaba sus emociones con algunas que otras lágrimas y también con más que algunas sonrisas. Atento a todo lo que sucedía a su alrededor, llamaba la atención su total serenidad. Su cautiverio no fue esa habitación de dos camas en planta baja con crucifijo grandes y Cristo crucificado donde estaba en instante prolongado en una de esas camas, ni mucho menos. Su cautiverio fue su propio cuerpo que lo apresó en los últimos de esos instantes sin que se pudiera liberal de él por mucho empeño que pusiera en ello. Su cautiverio fue una condena por el delito de padecer Ataxia, una de esas enfermedades raras, que se sabe que existe, pero que por intereses económicos, los responsables, no ponen los medios necesarios para aliviarla o para que desaparezca. Y a esas enfermedades que no interesan, se les llaman Raras. Lo raro es algo desconocido y que no interesa y a lo que se le da de lado.

En este instante voy a recordar otros instantes pasados que disfruté con mi Amigo Paco. Ya sé que son instantes pasados, como este mismo lo será nada más que mencionarlo, pero también los instantes se hacen presentes con los recuerdos y se viven, así que los viviré contigo, amigo Paco,  incluso me atreveré a hablarte un rato para contarnos nuestras cosas y hacerlas instantes presente, incluso aquellas que son pasado y que nunca más viviremos.
Todo es monólogo y tú lo sabes, pero bueno, vamos a hacerlo bonito. Yo soy muy charlatán. Cuando te canses, me cierras los ojos y corto, ¿vale?.

(Cerrar los ojos mi amigo Paco a una pregunta, era responder con un sí)

Paco, hoy es jueves ¿sabes?

¿Te sitúas?

Hoy es jueves  y como otros días, nos vamos a ir a dar un paseo. En esta ocasión, será en la Plaza, porque hoy hace mucha calor y tenemos que buscar sombra y ahí, en la Plaza, hay gran arboleda y sombras para resguardarnos del sol.

Ea, pues vámonos.

A ver, antes de salir, vamos a comprobar que llevas tu gorra. Llevas tus gafas de sol. Vas perfumado.

¿Todo bien?.

¡Ea!, salimos.

Paco, en el bolso llevo un libro del que te voy a leer algo, después de dar un paseíto por la Plaza, luego, nos pararemos junto a uno de los bancos de la Plaza, nos sentaremos y echaremos un ratito de lectura.

Mientras caminamos hacia la Plaza, tarareo algunas canciones y entre una y otra, le cuento con quien he hablado de los amigos comunes o a quien o a quienes he visto. Paco no habla, no se mueve. Va en su carrito. De vez en cuando, paro, lo miro y le pregunto si va bien, a lo que me responde cerrando sus ojos. Oye y escucha. Su entendimiento es perfecto. Se emociona. Ríe y llora. Habla con su mirada noble. Su cuerpo es preso de esa enfermedad rara llamada Ataxia. Maldita. Mil veces maldita.

Ea, Sabo, ya hemos llegado. (así lo llamamos, también, sus amigos de la infancia)

Bueno, Sabo, nosotros le vamos a dar unas cuantas de vueltecitas a la Plaza y cuando nos cansemos, nos sentamos. ¿vale?

Sabo, estoy pensando que hoy no voy a ser yo quien lea. No. Y mira que tenía un texto preparado para leerte, porque tú sabes que la mayoría de las veces lo cojo al azar, pero hoy se me han cruzados los cables y lo vamos a hacer diferente. Hoy te toca leer a ti. Seguro que te gusta más que escuchar al "pesao" del Simón. 

Bueno.

Venga.

Vamos.

Y así, empezamos ese instante presente prolongado para vivirlo paseando por última vez físicamente, para continuar dando vueltas a la Plaza hasta cansarnos, sentarnos en un banco a la sombra de los árboles, leer un capítulo de un libro, pasarte las páginas del mismo a golpe de mirada noble y agradecida, para terminar nuestro paseo en el mismo sitio de todos los día, en aquella habitación de dos camas en planta baja con crucifijo grandes y Cristo crucificado donde estaba en instante prolongado en una de esas camas. 

Nuestro último paseo...

Nos quedaba todavía por vivir juntos nuestro último instante, pero éste ya fue en la ambulancia, en las puertas de esa casa en donde pasaste ese instante presente prolongado del único día que nos quedaba, que era el hoy, que resultó también ser falso porque de aquella afirmación de "la vida son tres días", solamente nos queda uno, que es el hoy, que tampoco es verdad porque de ese día, tan solo vivimos el instante presente en el que estamos, segundos antes o segundos después del instante, o ha pasado, o no ha llegado.  

De todas formas, amigo Paco, amigo Sabo, de ti, me quedo con el instante presente prolongado de reuniones y senderos de sierras, bien por los Llanos Republícanos, bien por los de Grazalema, o bien por el del río Majaceite u otros que recorrimos juntos con otros amigos.

Tres es el número que decimos la mayoría de los humanos de esta cultura hispana cuando nos referimos a lo que es o dura la vida. Para tres días que vivimos...

Amigo Sabo, tu último instante, ya pasado, fue el de un día tres del tiempo inventado.


Simón Candón 25/08/2016