Hace unas semanas hubo un
complot entre amigos. No fue difícil para llegar a él, al contrario. Un complot para engañar, si, si, si, para engañar.
¡Claro!, la compañera del engaño es la
mentira y según qué tipo de engaño, le tiene que acompañar la mentira adecuada para
que parezca que es verdad y para que el engaño tampoco parezca que es engaño.
¡Ofú! ¡Qué lío! ¿No? Pues no. ¿O sí? Bueno no, o yo qué sé. Venga.
Va. Ya. Eso… que no es lío ninguno. Y así empezó todo para llevar a buen puerto
esta pequeña aventura con Ventura.
Se encontraron dos amigos y
se dijeron: ¿Por qué no vamos a visitar a “Venturita”? y los dos asintieron y después
de dadas las razones, se dijeron que esta visita no podía ser solo de dos, sino
que habría que implicar a algunos más en esta faena. Tampoco tenía que ser
multitudinaria. No. No era necesario, pero que sí, que tenían que ser más de
dos, lo que les llevaba a que tenían que llamar a los otros y hacerlos cómplices para rematar y llevar a
término el engaño.
Se hablaron los unos con los
otros y los otros con los unos y acordaron que la idea era feliz y fácil de
ejecutar y así, uno de Sevilla Este, otro de Dos Hermanas, se fueron para
Utrera en donde habían quedado con otro para desde allí partir para el destino
de Cartama, recogiendo de paso a otro en Arahal. También habían quedado otros
dos de Jerez, de donde partieron con el mismo destino que los anteriores. Todos se juntaron en lugar a la hora
prevista.
Ya allí, sentados en el bar
la TASKITA tomando unas cervezas (la verdad es que la rubia estaba de puta
madre), llamamos a Ventura y le dijimos en donde nos encontrábamos para vernos.
Él venía con la convicción
de encontrase con solo dos. Y he ahí el engaño, porque días antes, le había
llamado diciéndole que íbamos dos de paso viendo unas tienda y que pasaríamos a
verle el miércoles, y él, como no podía ser otra cosa, se encantó con la
llamada de la visita y esperaba entusiasmado nuestra llegada. ¡¡Claro!!, lo que
Ventura no sabía la trampa tendida de que íbamos los ya reseñados.
Cuando llegó a donde
estábamos esperándole, nos indicó que subiéramos a su coche para llevarnos a
conocer a su familia y que dejáramos el coche aparcado donde estaba, a lo que
le contestamos que se bajara para tomar
una “cervecita” y luego haríamos lo que él dijese. Pero… ¡¡Claro!! cuando se
fue acercando a la mesa que le habíamos indicado, donde esperaban los otros
cuatro, y vio quienes estaban, entonces, se quedó que no sabía qué decir, ni
que…, bueno que no se lo creía, que no, que no podía ser, y así, empezó a
decir, y tú eres…, y tú…, y tú, vamos, vamos, joé, que esto yo no me lo
esperaba. Yo creía, pensaba que… ¡¡vaya sorpresón!! Ojú. Ojú. Madre mía…
Hasta que se normalizó el
encuentro. La visita empezó con confesiones, recuerdos, momentos duros
necesarios de los momentos que se viven y vividos, vaciado de interioridades y
confidencias personales, de amistades duraderas empezadas allá por los mediados
del siglo pasado, que aunque parezcan viejas, continúan siendo niñas y jóvenes
como cuando tuvimos la suerte de convivir y conocernos en aquel lugar que
llevamos grabado a fuego, como es Pilas.
Después, nos fuimos a
recoger de la guardería a uno de sus “angelitos” y continuamos para su casa a
ver y conocer a otro más. Vimos y conocimos a sus “tres marías”, que aunque no
se llaman así todas, sin embargo son mujeres que le quieren y adoran.
Les “incordiamos” un buen
rato. Nos presentamos y charlamos de lo que se nos ocurrió en aquel momento,
eso sí, acompañado con unas cervecitas; Después de esto, nos fuimos a almorzar a la
casa de Juan, que está en La Estación de Cartama y allí, el yantar fue
excelente y abundante, regado con vinos y licores que nada tenían que envidiar
a las viandas. Entre bocados y sorbos, conversaciones, promesas, pareceres y
también humor con algún que otro chiste malo y extemporáneo de un despistado,
que también provocó risas, se nos fue yendo esos tiempos que nunca vuelven pero
que se quedan para siempre en uno.
El día se fue apagando con
la venida de la tarde y nosotros, los seis del complot, los de tiendas y
engaños, emprendimos el retorno a los lugares de origen, después de los
despidos y buenos deseos con el buen sabor de una jornada llena de
satisfacciones y orgullosos de haber cometido esa GRAN TROPELÍA.
Amigos, hasta siempre,
siempre y hasta luego de ese luego de siempre cercano de hermano no impuesto y
escogido porque yo quiero.
Simón Candón 16/09/2013

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