viernes, 16 de septiembre de 2011

TITULO NOBILIARIO


En el año 2001 tuve el privilegio y el honor de ser el pregonero de los carnavales de Guadalcacín. Viene a cuento esto porque hoy repasando entre los archivos de mi ordenador me he encontrado con el pregón de entonces y… ¡hombre! Qué quiere que te diga, me ha traído buenos recuerdos y vibraciones aquellos momentos y lo he leído más de una vez, y para mis adentro me he dicho muchas cosas, tragándome con nudos en la garganta, muchas alegrías, sentimientos y satisfacciones.

Hoy, apoyándome en el pregón de entonces, quiero hacer un breve relato honorífico. Como ya dije en su día, me parece que es bello recordar, decir y nombrar a aquellos que por su idiosincrasia se ganaron el título y que lo llamáramos y lo conociéramos con un sobre nombre distinto al que le pusieron de pila, porque es verdad, le llamas por su verdadero nombre y no te contesta, sin embargo, lo requieres por su “mote” y al instante te pregunta que qué quieres. Esto es así, incluso algunos hasta se enfadan cuando lo llamas por su nombre de pila.

Un Pueblo qué es. Un Pueblo es, sus gentes con sus costumbres, con sus convivencias, con sus tradiciones, con sus nombres de pila, sus “motes” o sobre nombres, con sus familias, con sus individualidades y luego, sus casas. Ni que decir tiene que son muchos a los que se les conoce por su propio nombre de pila y no por otro, pero también es cierto que los hay que solo se les conoce por su apodo, y a estos últimos son a los que quiero recordar de nuevo, y lo hago con lo que decía entonces, extrayendo del pregón el siguiente párrafo: “No quiero dejar de pregonar a los cuatro vientos y en estos carnavales, ensalzar y darle su grandeza a uno de los grandes tesoros que tiene este Pueblo, mi Pueblo, que lo conserva y por ello, deben sentirse orgullosos quienes los ostentan LOS MOTES o APODOS, por quienes se conocen y los conocemos. Quiero ensalzarlos como títulos honoríficos y nobiliarios. Estos títulos son: El Negrito, El Cagón, Jurones, El Apargata, El Combina, Chaquetita, El Puja, El Bornicho, El Curucha, El Paternero, El Chato, El Cortijero, Tartaja, Carabina el de Paterna y el de Medina, El Arqueño, Bigote, El Cordobés, El del Uno, El del Cuatro, El del Siete, El del Once, El del Veinte, El Capullo, El Jarrito, El Barilla, El Tranca, El Chapa, El Charneca, El Rubio, El Zoleta, El Borrasca, El Cala, El Mono, El Loro o Morci, El Gamba, El Popeye, El Curita, El Cantina, El Careto, La Sevillana, El Pichiqui, El Panadero, El Zapatero, etc., etc… pues para todos ellos, mi enhorabuena. Son las costumbres y es la nobleza, por ello, yo los pregono y ensalzo en estos carnavales.” Es lo que decía entonces, pero ¡claro!, algunos se quedaron en “el tintero” o en etc., etc., no dándole, de esta manera, la satisfacción a los omitidos de que su Mote o Apodo, saliera a la luz para decirle a los suyos: ¡oye!, que yo también he tenido el privilegio de salir en la lista honorífica de los Grandes títulos del Pueblo, y así sucede que los no nombrados entonces fueron: La Pelleja, Orejita, El Bicho, Jigoy, El Toca, El Chopero, Pepa de las tres casitas, El Rano, El Caraboba, El Negro, El Pichirilo, El Ratón, Juanito el de la cantina, Juan de la viña, Cochinito, Manolo el del Bar, Paco el grande, El Chinche, El Señorito, Pepa la de las mellizas, El Topetón, El Sillero, El Balazo, La Serrana, La Jardinera, El Lebrijano, El Chupa, La Paloma, El Land, El Caminero, El Choza, El Poyanqui, El Tractorista y no se si se queda algún que otro más por ahí del que no me acuerde, de todas formas, el etc… queda abierto, de modo que si aparecen algunos, será motivo de otro artículo en donde se recoja su título honorífico para conocimiento de todos.

Y… el orgullo es del Pueblo de Guadalcacín por tener a todas estas gentes con sus sobre nombres, motes o apodos, como queráis, que considero como Título Nobiliario con derecho de heredero, porque me parece que es bello recordar, decir y nombrar a aquellos que por su idiosincrasia se ganaron el título.

martes, 6 de septiembre de 2011

PENEQUE, MI CONFIDENTE Y AMIGO (continuación...)

Peneque, ¡fíjate! ¡Tengo tantas cosas que contarte! Porque no te creas que la historia de Guadalcacín es cualquier cosa, no. Verás, Peneque, para empezar hoy, te diré que yo estoy pletórico de humor y de ganas de que pasemos un día extraordinario y divertido. Ya se que, y en más de una ocasión seré reiterativo en contártelo, que el comienzo de los colonos de este nuevo pueblo no fueron precisamente camino de rosas, pero no obstante y a pesar de las dificultades, hubo empeño por su parte de hacer del tiempo, las penas livianas y con ellas, engrandecerse para que tu y yo podamos decirnos todas estas cosas con las que pasamos el rato y nos sirven de entretenimiento, recuerdos y buenas vibraciones, que seguro trasmitimos a todos aquellos que nos siguen en nuestra historia.

Amigo Peneque, ¿te digo por qué estoy contento y con buen humor? ¿Sí? Vale. Pues te cuento. Tu sabes, porque te lo dije ayer, que estuve haciendo gestiones en la sede de Patrimonio del IARA, que está al final de la manzana que ocupa la antigua fábrica de botellas, para poder recabar información sobre nuestro pueblo para así hacérsela conocer a nuestros “paisanos”, pues bien, a resulta de esta gestión, unos funcionarios amables y exquisitos, aparte de recoger mi instancia de solicitud de petición para acceder a los archivos, me dieron la pista y me indicaron el nombre de un señor que me podría informar sobre mis pretensiones. Les agradecí la información y acto seguido, como sabes, porque te lo conté ayer, me fui a verle. Estaba en la planta sótano, en su despacho con la puerta cerrada. Dos toques de llamada con los nudillos a la puerta y una voz que se oye: ¡pase!, y abro la puerta un poco como tímido y saludo y pregunto al único señor que estaba allí: Buenos días, ¿Don Juan? Si, buenos días. Pase. ¡Dígame! ¿Qué desea?, a lo que le contesto: ¡mire! Me llamo Simón y vengo para ver si me pudiera informar… me interrumpe para decirme, pero ¡hombre! Tome asiento, por favor, y ¡dígame!, y continúo yo diciéndole que tenía intención de recopilar información sobre el pueblo de Guadalcacín y si él me podría facilitar alguna de ella para un trabajo que pretendo hacer, a lo que me contesta y me pregunta que ¿quién me ha enviado allí y precisamente a preguntar por él? A lo que le respondo y le cuento lo acontecido en la planta baja del edificio con los funcionarios que me atendieron, y un poco sorprendido de cómo he llegado hasta él, accede y se brinda gustosamente a mis pretensiones. Después de estar hablando un buen rato sobre el particular, me emplaza a verle cualquier día para atenderme con más tiempo ya que tiene prisa porque ha quedado con unos señores y se le acaba el tiempo para atenderme, de modo que quedamos de esta manera y así, le digo: pues mañana, si no le importa, estoy de nuevo por aquí, y me contesta: cuando quieras.


¿Sabes, Peneque, como salí de allí? Contentísimo. Eufórico. ¿Qué quieres que te diga? Y… bueno, ¿por qué te cuento todo esto? Porque hoy he estado con don Juan. Hemos hablado de todo lo que pretendo hacer. Mi entusiasmo sobre el particular. Mi ilusión por contarte todo lo que yo sea capaz de recopilar, incluso le he desvelado el secreto de quién eres tú y ¡se ha sorprendido!


Peneque, no te preocupes, sabes que ya les dije a mis amigos, que ya son también tuyos, aunque no te conozcan, que en su día te presentaría a ellos en una fiesta a todo lo grande cuando concluya con la recopilación de todos los datos necesarios y fiables para ir revelándolos en pequeñas dosis y así no hacerme pesado, porque, aunque eres mi gran amigo que me soporta, bonachón, y disfrutas mis historias, no quiero contarte, ni decirte algo que te pueda herir ¡Fíjate, Peneque! Le he propuesto a don Juan que sea mi tutor de este trabajo y como respuesta, me ha sonreído. ¿No es para estar contento y con buen humor?