lunes, 21 de noviembre de 2011

PRESENTACIÓN

El próximo día 30 de Diciembre, a las 7 de la tarde, en el Centro de Formación de Guadalcacín, presentaremos el libro: GUADALCACIN Y CAULINA EN RELATOS


La lectura, interpretación e información de la portada es la siguiente: izquierda superior (donde se empieza a escribir un documento, donde empieza la historia) hay una vivienda de Caulina (construida en 1917), después derecha superior las chozas que había en el Descansadero y zonas próximas, con una realidad de un pueblo al fondo (torre Iglesia), tanto viviendas antiguas y chozas están arriba, murieron, en el cielo (parte alta), pasaron a mejor vida. Se unieron por Decreto de 26 de abril de 1957 para formar una Entidad Local Menor: Guadalcacín (escudo superior). Salió el Sol (calle), construyendo calles, aceras,casas, alumbrado y todo un pueblo. Peneque noble escuchando atentamente los Relatos y los colaboradores.


sábado, 5 de noviembre de 2011

Y... ME ENCONTRÉ EN LA CALLE DESAMPARADOS



D. Antonio, no hace mucho, y este no hace mucho es de semanas, estuve por las tierras de Castilla y León visitando una de sus Ciudades, Segovia. Me pateé, con toda la familia, casi toda la Ciudad. Un lujo.

Empezamos por la Avenida de Juan Carlos I, donde dejamos el coche, para continuar nuestro recorrido por la Avenida del Padre Clarín, en donde comienza el Acueducto, que no es maravilla de la naturaleza, pero si de la ingeniería humana, en concreto de la Romana, con la perfección de su cantería, colocada milimétricamente en trozos calibrados para que tanto sus arcos y pilares dibujen una visión surrealista, o que se yo, a los que mis ojos, no dan crédito pero que sucumben en ese cuadro perfecto donde uno no se cansa en mirarlo por la satisfacción y el relajo que produce.

Seguimos por la calle Mon Almira, Teodosio el Grande para llegar a la Plaza del Azoguejo, allí me recreé de ese majestuoso monumento donde su grandeza se hace más palmaria y de incalificable su belleza, para hacerle a uno pensar en los tiempos y sus andanzas, haciéndole resaltar su altanería y grandeza, porque puede. En la Plaza, parado, embelesado y abstraído de todo lo que me rodeaba, pasé un largo rato contemplando sus alturas, sus soportes, sus arcos y todo su conjunto. Terminé despertando para regresar a la realidad con la visión de la maravilla que contemplaba.

Recorrido y visitado hasta el final el Acueducto, después de las preceptivas fotografías para el recuerdo de la familia, proseguimos por las calles de Cervantes, pasando por Isabel la Católica para llegar a la Plaza Mayor, donde contemplamos la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción y San frutos para continuar por Marqués del Arco, en esta, Don Antonio, casi a la mitad y antes de llegar a la Plaza de la Merced, a mano derecha, me introduje en la calle Desamparados y casi al fondo a mano izquierda, como no podía ser otra, porque eso de derechas como que no le va, me encontré con su casa-pensión en donde usted pasó una docena de años. Hoy convertida en casa-museo. Más tarde volveré a este punto.

Voy a terminar mis andanzas por las calles de la Ciudad, siendo breve en su relación y redacción para no cansar, ya que lo fundamental es hasta llegar a la calle Desamparados. Prosigo por sus calles, pasando por la visita a su Alcázar, Ronda de Don Juan II, calle del Socorro, Calle de San Valentín, Paseo de Ezequiel González, Avenida de Fernández Ladreda, para llegar de nuevo a la Plaza del Azoguero, para desde allí volver por los mismos sitios al de partida. Una vez descrito esto, vuelvo al lugar donde usted, Don Antonio, pernoctó más de una noche y estuvo más de un día.

Sevilla engendró todos sus poemas para en su peregrinación por las distintas ciudades, desde Madrid, pasando por Soria, donde se le partió el alma y la dejó enterrada, hasta terminar desamparado en Collioure, como la calle que tanto tiempo le acogió en la ciudad de Segovia. Sí. Y… estuve largo rato absorto, dejado caer sobre las rejas que cierran su recinto para desde allí, ver el patio florido que antecede a la puerta de la casa de planta baja con su cubierta de tejas árabe viejas. Me rondaron muchas cosas en la cabeza, pero sobre todas, una no me dejó descansar por la similitud del nombre de la calle y Colioure: Desamparados. Me estremecí. Pasada esta sensación de vellos en escarpias y piel de repullo, con escalofríos interiores para terminar zamarreándome en movimientos de abajo para arriba. Pasado un rato me incorporo y recobro la conciencia con la satisfacción de sentirme un forofo leal de usted y la suerte de haber estado estos momentos mágicos en el lugar donde nacieron muchos de sus poemas para bien de todos los que le admiramos.

Don Antonio, nos dio usted tanto que hasta nos regaló su timidez y sus soledades.




“La plaza y los naranjos encendidos
con sus frutas redondas y risueñas.
Tumulto de pequeños colegiales
que, al salir en desorden de la escuela,
llenan el aire de la plaza en sombra
con la algazara de sus voces nuevas.
¡Alegría infantil en los rincones
de las ciudades muertas!...
¡Y algo nuestro de ayer, que todavía
vemos vagar por estas calles viejas!”


Antonio Machado

viernes, 16 de septiembre de 2011

TITULO NOBILIARIO


En el año 2001 tuve el privilegio y el honor de ser el pregonero de los carnavales de Guadalcacín. Viene a cuento esto porque hoy repasando entre los archivos de mi ordenador me he encontrado con el pregón de entonces y… ¡hombre! Qué quiere que te diga, me ha traído buenos recuerdos y vibraciones aquellos momentos y lo he leído más de una vez, y para mis adentro me he dicho muchas cosas, tragándome con nudos en la garganta, muchas alegrías, sentimientos y satisfacciones.

Hoy, apoyándome en el pregón de entonces, quiero hacer un breve relato honorífico. Como ya dije en su día, me parece que es bello recordar, decir y nombrar a aquellos que por su idiosincrasia se ganaron el título y que lo llamáramos y lo conociéramos con un sobre nombre distinto al que le pusieron de pila, porque es verdad, le llamas por su verdadero nombre y no te contesta, sin embargo, lo requieres por su “mote” y al instante te pregunta que qué quieres. Esto es así, incluso algunos hasta se enfadan cuando lo llamas por su nombre de pila.

Un Pueblo qué es. Un Pueblo es, sus gentes con sus costumbres, con sus convivencias, con sus tradiciones, con sus nombres de pila, sus “motes” o sobre nombres, con sus familias, con sus individualidades y luego, sus casas. Ni que decir tiene que son muchos a los que se les conoce por su propio nombre de pila y no por otro, pero también es cierto que los hay que solo se les conoce por su apodo, y a estos últimos son a los que quiero recordar de nuevo, y lo hago con lo que decía entonces, extrayendo del pregón el siguiente párrafo: “No quiero dejar de pregonar a los cuatro vientos y en estos carnavales, ensalzar y darle su grandeza a uno de los grandes tesoros que tiene este Pueblo, mi Pueblo, que lo conserva y por ello, deben sentirse orgullosos quienes los ostentan LOS MOTES o APODOS, por quienes se conocen y los conocemos. Quiero ensalzarlos como títulos honoríficos y nobiliarios. Estos títulos son: El Negrito, El Cagón, Jurones, El Apargata, El Combina, Chaquetita, El Puja, El Bornicho, El Curucha, El Paternero, El Chato, El Cortijero, Tartaja, Carabina el de Paterna y el de Medina, El Arqueño, Bigote, El Cordobés, El del Uno, El del Cuatro, El del Siete, El del Once, El del Veinte, El Capullo, El Jarrito, El Barilla, El Tranca, El Chapa, El Charneca, El Rubio, El Zoleta, El Borrasca, El Cala, El Mono, El Loro o Morci, El Gamba, El Popeye, El Curita, El Cantina, El Careto, La Sevillana, El Pichiqui, El Panadero, El Zapatero, etc., etc… pues para todos ellos, mi enhorabuena. Son las costumbres y es la nobleza, por ello, yo los pregono y ensalzo en estos carnavales.” Es lo que decía entonces, pero ¡claro!, algunos se quedaron en “el tintero” o en etc., etc., no dándole, de esta manera, la satisfacción a los omitidos de que su Mote o Apodo, saliera a la luz para decirle a los suyos: ¡oye!, que yo también he tenido el privilegio de salir en la lista honorífica de los Grandes títulos del Pueblo, y así sucede que los no nombrados entonces fueron: La Pelleja, Orejita, El Bicho, Jigoy, El Toca, El Chopero, Pepa de las tres casitas, El Rano, El Caraboba, El Negro, El Pichirilo, El Ratón, Juanito el de la cantina, Juan de la viña, Cochinito, Manolo el del Bar, Paco el grande, El Chinche, El Señorito, Pepa la de las mellizas, El Topetón, El Sillero, El Balazo, La Serrana, La Jardinera, El Lebrijano, El Chupa, La Paloma, El Land, El Caminero, El Choza, El Poyanqui, El Tractorista y no se si se queda algún que otro más por ahí del que no me acuerde, de todas formas, el etc… queda abierto, de modo que si aparecen algunos, será motivo de otro artículo en donde se recoja su título honorífico para conocimiento de todos.

Y… el orgullo es del Pueblo de Guadalcacín por tener a todas estas gentes con sus sobre nombres, motes o apodos, como queráis, que considero como Título Nobiliario con derecho de heredero, porque me parece que es bello recordar, decir y nombrar a aquellos que por su idiosincrasia se ganaron el título.

martes, 6 de septiembre de 2011

PENEQUE, MI CONFIDENTE Y AMIGO (continuación...)

Peneque, ¡fíjate! ¡Tengo tantas cosas que contarte! Porque no te creas que la historia de Guadalcacín es cualquier cosa, no. Verás, Peneque, para empezar hoy, te diré que yo estoy pletórico de humor y de ganas de que pasemos un día extraordinario y divertido. Ya se que, y en más de una ocasión seré reiterativo en contártelo, que el comienzo de los colonos de este nuevo pueblo no fueron precisamente camino de rosas, pero no obstante y a pesar de las dificultades, hubo empeño por su parte de hacer del tiempo, las penas livianas y con ellas, engrandecerse para que tu y yo podamos decirnos todas estas cosas con las que pasamos el rato y nos sirven de entretenimiento, recuerdos y buenas vibraciones, que seguro trasmitimos a todos aquellos que nos siguen en nuestra historia.

Amigo Peneque, ¿te digo por qué estoy contento y con buen humor? ¿Sí? Vale. Pues te cuento. Tu sabes, porque te lo dije ayer, que estuve haciendo gestiones en la sede de Patrimonio del IARA, que está al final de la manzana que ocupa la antigua fábrica de botellas, para poder recabar información sobre nuestro pueblo para así hacérsela conocer a nuestros “paisanos”, pues bien, a resulta de esta gestión, unos funcionarios amables y exquisitos, aparte de recoger mi instancia de solicitud de petición para acceder a los archivos, me dieron la pista y me indicaron el nombre de un señor que me podría informar sobre mis pretensiones. Les agradecí la información y acto seguido, como sabes, porque te lo conté ayer, me fui a verle. Estaba en la planta sótano, en su despacho con la puerta cerrada. Dos toques de llamada con los nudillos a la puerta y una voz que se oye: ¡pase!, y abro la puerta un poco como tímido y saludo y pregunto al único señor que estaba allí: Buenos días, ¿Don Juan? Si, buenos días. Pase. ¡Dígame! ¿Qué desea?, a lo que le contesto: ¡mire! Me llamo Simón y vengo para ver si me pudiera informar… me interrumpe para decirme, pero ¡hombre! Tome asiento, por favor, y ¡dígame!, y continúo yo diciéndole que tenía intención de recopilar información sobre el pueblo de Guadalcacín y si él me podría facilitar alguna de ella para un trabajo que pretendo hacer, a lo que me contesta y me pregunta que ¿quién me ha enviado allí y precisamente a preguntar por él? A lo que le respondo y le cuento lo acontecido en la planta baja del edificio con los funcionarios que me atendieron, y un poco sorprendido de cómo he llegado hasta él, accede y se brinda gustosamente a mis pretensiones. Después de estar hablando un buen rato sobre el particular, me emplaza a verle cualquier día para atenderme con más tiempo ya que tiene prisa porque ha quedado con unos señores y se le acaba el tiempo para atenderme, de modo que quedamos de esta manera y así, le digo: pues mañana, si no le importa, estoy de nuevo por aquí, y me contesta: cuando quieras.


¿Sabes, Peneque, como salí de allí? Contentísimo. Eufórico. ¿Qué quieres que te diga? Y… bueno, ¿por qué te cuento todo esto? Porque hoy he estado con don Juan. Hemos hablado de todo lo que pretendo hacer. Mi entusiasmo sobre el particular. Mi ilusión por contarte todo lo que yo sea capaz de recopilar, incluso le he desvelado el secreto de quién eres tú y ¡se ha sorprendido!


Peneque, no te preocupes, sabes que ya les dije a mis amigos, que ya son también tuyos, aunque no te conozcan, que en su día te presentaría a ellos en una fiesta a todo lo grande cuando concluya con la recopilación de todos los datos necesarios y fiables para ir revelándolos en pequeñas dosis y así no hacerme pesado, porque, aunque eres mi gran amigo que me soporta, bonachón, y disfrutas mis historias, no quiero contarte, ni decirte algo que te pueda herir ¡Fíjate, Peneque! Le he propuesto a don Juan que sea mi tutor de este trabajo y como respuesta, me ha sonreído. ¿No es para estar contento y con buen humor?

martes, 19 de julio de 2011

EL TOYO DE PAILLA

Hoy, hoy hemos estado un amigo y yo dando un paseo por los antiguos huertos que rodeaban al pueblo de Guadalcacín (algunos quedan todavía) y por algunas de las parcelas que colindaban con el mismo, ya destruidos y destruidas por las distintas urbanizaciones puestas en carga para “agrandar” el Pueblo. Y de resultas de este paseo, comentábamos sobre los tiempos atrás y de cómo pasábamos los veranos por aquellos entonces, haciendo hincapié en los sofocos de las calores y de cómo también nos las gastábamos para aliviarlas un poco en las aguas de los “canales, sifones y desagües de riegos”, viniéndoseme a la memoria, aquel lugar de obligado cumplimiento, donde como si de la playa de Valdelagrana se tratase, todos los niños y mozalbetes íbamos a bañarnos, a “EL TOYO DE PAILLA”.




El “TOYO DE PAILLA” era el lugar de referencia mejor preparado por la naturaleza para bañarnos y lucirnos entre nosotros con saltos acrobáticos para caer en el agua de cabeza, de pié o haciendo la “bomba”. Era un lujazo tirarse desde allí arriba, que era muy alto, o por lo menos, así nos lo parecía, y ver quién lo hacía mejor. Nos decíamos los unos a los otros, ¡Eh! ¡Eh! ¡Mira! ¡Mira! ¡Mira como me tiro! Y nos bañábamos en calzoncillos o “en pelota picá” porque no había para más. Gritábamos: ¡eeeeeeeh! ¡quillooooooo! ¡que vooooooooooooyyyyyyyyy! ¡cuidaaaaaaaaoooooo! Muchos íbamos a escondidas de los padres, pero… íbamos. Allí, en EL TOYO, hemos aprendido a nadar muchos de los niños de los de entonces de Guadalcacín. Me trae a la memoria muy buenos recuerdos y travesuras. Para que estuviera lleno de agua, el arroyo o desagüe donde se encontraba ubicado, tenía que recoger las aguas sobrantes de los riegos de los parcelistas colindantes con el mismo, y así sucedía siempre.

Como estábamos paseando cerca del lugar por donde creíamos había estado EL TOYO DE PAILLA, nos dijimos de ir a ver si estaba todavía, ya que desde hace muchísimo tiempo se dejó de utilizar y por lo tanto, nos olvidamos de él, él que tantas alegrías nos había dado y tantos sofocos nos había quitado de encima. Y fuimos.

Por entre medio de los campos y sembrados, nos introdujimos en dirección al cañaveral, seña de identidad del desagüe, que veíamos a lo lejos y cuando llegamos allí, continuamos al borde del desagüe, entre maizales verdes, hierbas puntas altas, patas de gallinas, verdolagas y jaramagos, cruzando alambradas, mirando por su costado el recorrido del mismo, lleno de berros y malezas que ocultaban el torrente de agua, para, pasado un gran trayecto andado, aparecer aquel gran y profundo hueco protegido por hincos de alambradas de espinos, escondido por la naturaleza silvestre.

¡Sorpresa! ¡Alegrías! ¡jo! ¡Como nos quedamos! Y lo saludé y me quedé mirándolo largo rato y le hablé y le agradecí los buenos momentos que me dio y le pedí perdón por tanto olvido, y le dije que mi historia iba ligada a su historia, y también le dije que, aunque medio oculto por la naturaleza salvaje o silvestre, lo retrataría con la pluma para que todos supieran que él estaba en el mismo sitio, y que se estuviera un momento quieto y dijera “patata” que le hacía unas fotos para que hubiera constancia de que continuaba allí, pero que ya él no estaba para aquellos “trotes” a los que hacía muchísimo tiempo voluntariamente se había prestado.




Y como siempre, cuando sucede algo que tuvo que ver contigo, vienen muchos pasajes de tu infancia a la mente. Y… nos fuimos alejando poco a poco con la mirada perdida en los recuerdos, con la alegría de haberme encontrado, de nuevo, con aquél amigo, con aquel TOYO que tanto nos hizo disfrutar a varias generaciones. Sin embargo no nos dijimos adiós, ni hasta luego, sino hasta siempre porque con esta despedida quedaba claro que nuestras historias quedaban unidas.

Simón Candón 19/07/2011

jueves, 16 de junio de 2011

ENTRE FOTOGRAFÍAS ANTIGUAS, UNA EN CONCRETO.





No debemos vivir de los recuerdo, sin embargo, no debemos olvidar el pasado para que sepamos vivir lo mejor posible el presente y el futuro cometiendo los menos errores posibles.

Viene a cuento esta reflexión al ver de entre fotografía antiguas una en concreto donde se refleja la situación de una época que empezaba a vislumbrarse otros aires después de una posguerra llena de miserias y necesidades trasmitidas a las generaciones posteriores. Y así ocurre la que me tocó vivir como a muchos otros tantos, donde calzones heredados y remendados, era un lujo ponérselos, eso sí, bien lavados con jabón verde lagarto y almidonados, más tiesos que un arenque, y presumías con aquellos pantalones de tirantes y peto con dos remiendos en el culo, o en las rodillas, cuando eran largos, y una camisa limpia blanca de manga larga abrochada a los puños en los domingos y fiestas de guardar. Niños nacidos y criando en plena naturaleza en barracones de adobes con sus ventanas tapadas con sacos de yutes, como en más de una ocasión he comentado, y suelos de barros, igual que sus calles, también de barros, donde lo mismo corrían las aguas sucias utilizadas para los aseos personales y fregaderas, como jugábamos todos sin que pasara nada, revolcándonos y cayéndonos unos encima de los otros, mientras que los mayores, para calentar el agua buscaban leña o boñigas secas para atizar el fuego de las hogueras.

La foto en cuestión dice mucho de entonces, y es verdad eso que se dice que una imagen vale más que mil palabras. Silencio sepulcral. Ese día tocaba misa de primera comunión. Ese día era un día grande para todos los niños, tanto los que la recibían como los que acompañaban. Era día de fiesta que una vez terminada la celebración de la misa y cumplida la función, había el banquete de rigor: una taza o vaso de chocolate y un bollito de leche que alcanzaba el que había recibido la primera comunión como todo aquel que se “colaba” entre ellos y en un descuido atrincaba parte del banquete.

Y continuando con la misma foto, muchos que la vean, los recordarán, de rodillas y en primer plano, los dos primeros maestros que vinieron a Guadalcacín, mejor dicho a los barracones, donde en uno de ellos, dividido a la mitad impartían clases a los niños y a las niñas por separados, por eso lo del “maestro” y “la maestra”. Entonces no decíamos el profesor y la profesora, sino el maestro y la maestra. Este Maestro y esta Maestra fueron Don Cruz y Doña Engracia, que en pleno invierno iban calzados con botas de agua a dar clases durante todo el día y que a media mañana hacían la leche americana en polvo en barreños de zinc para darle a cada niño y cada niña la ración de la misma y también abrían las latas de queso amarillo, parecido al queso de bola (parece como si todavía no se me hubiera ido el sabor del mismo) para darle una porción a cada uno.

Así, como los actores principales en esta función que refleja la foto, fueron los niños y niñas recibiendo su primera comunión, los actores secundarios fueron el maestro y la maestra, o sea, don Cruz y doña Engracia, que al mismo tiempo que maestros, también fueron los preparadores (catequistas) que instruyeron a los primeros para que ese día fuera la fiesta de ellos.

Simón Candón 17/06/2011

jueves, 9 de junio de 2011

PENEQUE, MI CONFIDENTE Y AMIGO (continuación...)

Bueno, Peneque, después de la interrupción de hace un momento, continúo con la historia del nacimiento de un pueblo, diciéndote que tendré que remontarme al siglo IXX, para poder ilustrarte sobre el particular y saber algo de cómo comienza a gestarse el embrión de Guadalcacín y más en concreto, hacer referencia al entonces Ministro de Fomento, el Marqués de la Vega de Armijo, D. Antonio Aguilar y Correa, que reformó la ley de colonias de 1855, para promulgar el 11 de julio de 1866 la Ley de fomento de la población rural y establecimiento de colonias agrícolas, que será determinante en la concepción de los poblados de colonización, y así en su artículo 19º dice: “Cuando una nueva colonia o un nuevo grupo de casas construidas en una finca a mayor distancia de siete kilómetros de una población cuente 100 o más casas o edificaciones, aunque no estén en contacto unas con otras, será auxiliada por el Gobierno con iglesia y párroco como los demás pueblos y, además, con médico, pagados durante 10 años por los fondos del Estado”.

Peneque, pasamos del siglo IXX al siglo XX, donde el campesinado se enrabiieta y presiona para que se realicen reformas agrarias, de tal manera que Joaquín Costa plantea desarrollar una política que aproveche los recursos hidráulicos y la transformación en regadío de grandes fincas. El gobierno de 1907, hace la Ley de Colonización y Repoblación Interior. Después, durante un periodo, se genera gran conflictividad en el campesinado y los distintos gobiernos reaccionan con la creación del Instituto de Reforma Social para estudiar los problemas y elaborar una legislación que diera respuesta a estos y los resolvieran.

La 2• República aprueba la Ley de Reforma Agraria el 9 de Septiembre de 1.932 y crea el Instituto de Reforma Agraria para desarrollar un gran proyecto de colonización que con el estallido de la Guerra Civil, se queda paralizado. Terminada la contienda, la Dictadura de Franco, hace una rectificación a la reforma agraria republicana. Devuelve las tierras expropiadas a sus propietarios y abandona la actuación colonizadora.

El nuevo régimen, con la rectificación de la reforma agraria republicana, en su política y actuación colonizadora funda el Instituto Nacional de Colonización (I.N.C.) en 1.939 y sus actuaciones se centraron además de en Andalucía, Extremadura y Aragón, en territorios donde se realizaron grandes proyectos.

El Instituto Nacional de Colonización, en la provincia de Cádiz, concretamente en el término municipal de Jerez de la Frontera, en la Zona Regable del Guadalcacín, hizo la mayor transformación de un territorio que se conozca, poniendo en riego gran cantidad de tierras y ubicando asentamientos de población.

Peneque, te sigo contando, y es muy interesante, y te transcribo literalmente un fragmento de un texto encontrado que nos lleva, por fin al nacimiento de Guadalcacín, y dice: “En el siglo actual debemos destacar la creación en una zona conocida como Los LLanos de Caulina de una colonia agrícola que se pone en marcha en 1.916 con la finalidad de reducir las diferencias existentes entre la población campesina y al mismo tiempo garantizar la estabilidad social en el campo jerezano, distribuyendo unos lotes de terreno entre obreros viticultores y hortelanos de Jerez y dotándolos además de un pequeño número de cabezas de ganado. Esta experiencia experimentó diversos altibajos debidos, entre otros problemas, a la falta de coordinación de la política de riegos dependiente de la traída de aguas desde el embalse del Guadalcacín que supuso la desesperación de los colonos al observar como las tierras para ser cultivadas en regadío no recibían las aguas. Pero como decíamos, la mayor transformación en estas tierras fue puesta en marcha por el I.N.C. tanto en lo referente a la puesta en regadío y traída de aguas, como a la parcelación y distribución de fincas y asentamiento de población. Las tierras sobre las que se actuará, como mencionábamos, se localizan al este de la ciudad de Jerez, desde prácticamente el conjunto urbano, las ubicadas en una llanura conocida como la Abiertas de Caulina o Llanos de Caulina, hasta zonas más alejadas colindantes con el término municipal de Arcos de la Frontera, configurándose el cauce del río Guadalete como un eje cuyas márgenes condensan las tierras y poblaciones deudoras de las actividad colonizadora.

Entre las tareas centrales de la labor colonizadora del I.N.C. debemos destacar la de procurar instalar a los colonos, dándoles vivienda y habitación a aquellos que iban a acceder a la tierra. En referencia a este aspecto, el I.N.C. pudo optar por asentamientos en diseminado o por núcleos concentrados o poblados. En la experiencia de Caulina encontramos un ejemplo de los asentamientos en diseminado, cercanos a poblaciones de importancia preexistentes, en este caso la ciudad de Jerez, pero no fue este modelo el que proliferó. El I.N.C. prefirió construir pueblos completos que no superaran los 1.000 habitantes y que no se encontraran unos de otros a una distancia mayor de 5 kilómetros. Con estos principios se construyeron en la zona, dentro del término municipal de Jerez, ocho nuevas poblaciones: La Barca de la Florida, Guadalcacín del Caudillo, El Torno, Nueva Jarilla, Estella del Marqués, José Antonio, Torrecera y San Isidro del Guadalete. Aunque también, en menor número, se construyeron en diseminado Torremelgarejo y La Ina. Las construcciones levantadas por el I.N.C. responden a un planeamiento urbanístico en el que las dimensiones de las viviendas destinadas a acoger a los colonos son generosas en sus dimensiones, siendo de una o dos plantas en las que se distribuyen tres dormitorios, sala de estar, cocina y aseo, así como un granero, establo y corral. Se establecieron diferencias en las viviendas según se destinaran a albergar colonos o a jornaleros o <> y en total se construyeron más de 1.300 alojamientos, entre pueblos y diseminados, en un período que va desde la década de los 40 a la de los 60 del presente siglo. Los poblados además de las viviendas, poseen una serie de servicios que marcan la diferencia respecto a los diseminados proporcionándoles una calidad de habitabilidad considerable mejor.

Así, junto al abastecimiento de aguas, electricidad, alcantarillado, pavimentación y teléfono, los poblados disponen iglesia, escuela, edificio municipal, clínica o dispensario de salud, edificios comunales y edificios comerciales o "artesanías". Asentamientos, poblados o comunidades: Guadalcacín del Caudillo. Interrogantes al fin y al cabo. Como se puede desprender de la breve descripción del proceso colonizador llevado cabo por el I.N.C. la actuación fue de proporciones desconocidas no sólo en la zona de referencia sino en la totalidad del Estado.

Guadalcacín del Caudillo empieza a construirse a principios de la década de los cincuenta acabando las principales edificaciones en 1.956, año en el que se contabilizaban 563 habitantes.”

¡¡Fíjate!! Peneque, todo lo que ha tenido que ocurrir y cuanto tiempo ha tenido que pasar para que naciera Guadalcacín. En lo que te he relatado, tú y yo no hemos participado en nada y sin embargo tenemos también un papel importante que te continuaré contando en pequeñas dosis, pero hoy lo vamos a dejar, no te preocupes, te dejo descansar.

sábado, 14 de mayo de 2011

PENEQUE, MI CONFIDENTE Y AMIGO


Peneque, ¿sabes?, hace ya algún tiempo que me viene rondando en la cabeza el hacer o más bien contar la historia de un pueblo; de un pueblo que precisamente fue concebido en la época de la segunda república y que fue ejecutado en la dictadura de Franco, contradicciones de la vida, para que se hiciera realidad lo que la revolución proletaria proclamaba enardecidamente y con exigencias, se hiciera realidad de aquello de “la tierra para quien la trabaja”. Ni que decir tiene que el significado de la palabra “ejecución” es distinto a lo que ocurrió precisamente en la dictadura, ya que de miedo y muerte, se convierte en esperanza y vida. Esperanza y vida para muchas familias que tuvieron la suerte, o que se yo, de formar parte de esas nuevas poblaciones, de esa nueva “colonización” de los distintos territorios de España.

Peneque, ¿sabes?, quisiera que mi narración no contuviera reproches hacia nadie, ni hacia nada. No quisiera caer en ello. No. Me niego rotundamente porque entiendo que si en esta nuestra España, hoy convertida en Las Españas de las Autonomías, porque la hemos querido así, el ayer tuvo una generación de mandatarios, tanto de un lado como el de otro, cegados, irresponsables y sin compromisos alguno con las generaciones venideras, hoy, yo, no la voy a demonizar y caer en la misma tentación de los enfrentamiento, al contrario, estaré en la actitud de la concordia y de la responsabilidad con todos los que nos hemos dado el actual estado de derecho.

Peneque, tú no habías nacido. No. Ni si quiera yo sabía que tú tenias que nacer; pero te contaré algo para que tu lo sepas. Te diré que mis padres, mi familia, formó parte de aquellas familias “colonizadoras” de los nuevos pueblos de España, y de ahí que yo, hijo de “colonizador” intente contarte la historia de un nuevo pueblo nacido en la campiña del Jerez, con nombre propio de obligado cumplimiento, un tiempo, Guadalcacín de Caudillo, que pasado éste, se empezó a llamar Guadalcacín, sin más adjetivo que lo identifique que la campiña que le da su nombre en la comarca del regadío.

También de diré, Peneque, que lo que te relato aquí, contará con lo que recuerde mi frágil memoria de lo vivido y de lo que los demás y la ayuda de lo escrito hasta la fecha me digan para que yo te lo cuente. Tu serás mi confidente, mi amigo en donde depositaré todo aquello que tu seas capaz de soportar. Y… ¿Sabes por qué te he elegido a ti? ¿No lo sabes? ¿Tampoco te lo imaginas? ¿No?, pues te lo diré. Porque eres bonachón, paciente y sobre todo porque eres amigo y te entusiasman mis historias, y yo como lo se, no puedo por menos, como buen amigo, largarte esta historia que no se cuanto durará, pero seguro que disfrutarás conmigo, tu escuchándome y yo contándotela.

Antes de comenzar esta historia, quiero presentarte a mis otros amigos, si, para que también sean tuyos, y te conozcan, esos amigos que de vez en cuando me leen, se entusiasman, me critican en lo que digo y hasta se aburren por lo “pesao” que me pongo con ellos, sabiendo que esa actitud se transforma en cariño duradero de sonrisas inocentes y ánimos para continuar en la briega de la palabra. Si, amigo Peneque, te presentaré a mis otros amigos para que también sean tuyos, pero será un poco más tarde, cuando todos estén ávidos por saber quién eres. ¿Lo aceptas?, ¡¡claro que si!!. Vamos a ello. Interrumpo un momento y pronto empezamos.

martes, 26 de abril de 2011

MIS RECUADROS DE CORCHO


Mi recuadro. Mi recuadro es de corcho enmarcado en listones de madera de pino. Es rectangular, pero en vez de uno, tengo dos. Si dos. Dos de distintos tamaños y de las mismas características en donde tengo puesto todo aquello que amo y debo siempre recordar. Son mis preferencias. Los dos se convierten en uno para decirme y recordarme siempre lo que debo de colgar y pinchar. Mis recuadros son sufridos al mismo tiempo que generosos. Se dejan querer y me quieren. Me dan caprichos. No se tienen celos. Tratan de ser amables y cada uno de ellos arrancan trozos de papel, fotografías, notas de prensas, postales, se los cuelgan y dicen todo aquello que a mi me agrada.

El más grande de ellos tiene clavado con chinchetas de acero color plata, como si de tarde taurina se tratara, un legajo que dice:

“El Betis es Sevilla misma; El Betis no es un equipo de fútbol, el Betis es Sevilla, su aroma, sus gentes, el Guadalquivir, su gracia, su estilo… Tiene alegres hasta los colores mira que el verde es bonito, tiene el verde del campo andaluz y el blanco de las fachadas de sus casas.

Yo me pregunto si el Betis tiene necesidad de justificarse ganando este o aquel partido, cuando el Betis lo tiene ganado tó desde que lo fundaron. ¿Se le puede pedir a la Giralda que brille más, que agudice su embrujo, al Guadalquivir que acelere su curso cuando el remanso de sus aguas en las calurosas siestas ni murmullea, y a las ocho de la tarde se lava los ojos para contemplar a Sevilla y decirle “niña, ponte guapa que esta noche tenemos que lucirnos”?.

El Betis es así; es como Curro con el paseíllo, que si lo cree conveniente hasta torea, pero, si no lo hace no pasa ná, porque al “Faraón” no le apetece. Pues lo mismo le pasa al Betis. Él tiene su peso específico, lo mismo que todos sus seguidores, y es que el Betis es y será bueno el 1ª, en 2ª y en 3ª”.

Le acompaña, como no, una estampa en colores vivos de albero y capote grana y oro en manos del “Maestro” en media verónica con su figura mandando en ella, como él sabe, resaltado todo él, Curro, en perfil desafiante, humillando al toro y llevándolo a su sitio y por donde él quiere en una tarde que no requiere de otra tarde para morirse habiendo recibido todas las sensaciones del saber y del estar para conseguir el cielo. El número de orden de la estampa es el 0093882.

Mi recuadro de corcho enmarcado en listones de madera de pino, también tiene atrapado entre sus límites una hoja, la número 23, del Diario de Jerez, donde relata “un paseo pedáneo” en donde aparece una entrevista y la fotografía de mi Madre, en grande, de un miércoles 25 de marzo de 1992 en donde por cabecera dice:

“Juana Sánchez Pérez nació en Paterna, hace ya 37 años, cuando ella tenía cuarenta, llegó a Guadalcacín en la época en la que esta pedanía era apenas unos cuantos barracones en medio del campo que estaba comenzando a colonizarse. Ahora es una de las vecinas más populares y apreciadas y, pese a su avanzada edad, tiene mucha “marcha” para fiestas, carnavales y verbenas”, resaltando dentro de la entrevista, en negritas “Los barracones estaban tan mal que las ventanas ni siquiera tenían cristales, y teníamos que taparlas con sacos”
Justo debajo de la hoja descrita, está la fotografía de mi Padre, en color, con su mascota gris de sombrero, con el fondo de vegetación y de flores y ventana con persiana verde enrollable a cuerda y fijada a nudo, en su patio. Y sale de nuevo el color verde. Y le continúa más y más adherencias a mi recuadro como la Torre del Seminario de Pilas, o la fotografía de un amigo de antaño, Antonio Fuentes, más conocido entre nosotros como Antonio el cabo, o mi propia foto en estado sonriente para que no se me olvide que la vida no merece la pena pasarla entristecida, y miro a mi segundo recuadro, el más chiquitito, y veo que tiene entre sus garras las fotos de mis padres en pareja, de fiesta, de mis hijos y de mi mujer, con dos postales, una de ellas con la silueta de la Tierra y la otra con “La Creazione di Adamo” de Michelangelo en la capella Sistina. Cittá del Vaticano” que me la manda mi hijo y su mujer con el siguiente texto: Hola, te escribo desde el Vaticano, donde si tú hubieras vivido, yo no habría venido porque yo no habría nacido. Un beso de Simón y Laura. P.D.: eso si, siempre puedes venir de visita con mi madre”.

Mi recuadro. Mis recuadros de corcho enmarcados con listones de medra de pino y llenos de chinchetas multicolores. Mis recuadros son sufridos al mismo tiempo que generosos. Se dejan querer y me quieren. Me dan caprichos. No se tienen celos. Tratan de ser amables y cada uno de ellos arrancan trozos de papel, fotografías, notas de prensas, postales, se los cuelgan y dicen todo aquello que a mi me agrada y se llenan de fragancias naturales, limpias, puras, libres en donde los pulmones se llenan de vida y el alma se libera con el texto de la postal desde el Vaticano.

Simón Candón 25/04/2011

jueves, 7 de abril de 2011

EL DESCANSADERO


Quizás algunos hayan olvidado aquellos años donde la lluvia parecía más áspera y el viento más violento y que la una y el otro cogidos de la mano, en pareja, se jactaba con los más desfavorecidos para meterlos en temporal y no dejar salir a nadie de sus resguardos.


Volveré en el recuerdo a los años cincuenta del siglo pasado donde niño, muy niño, que apenas hablaba en retahíla de palabras y andaba por la calle larga de los “barracones” , de barro, de palmas y de hogueras de chupones con olor de humo de fuego retardado camino de la escuela de banquetas de madera de dos, de pizarra de tablero negra y tiza con cepillo o trapo de borrar para en el recreo beber leche en polvo batida en barreño de zinc con espumadera de acero inoxidable y cazo de aluminio o níquel, qué se yo, en jarro con asa hecho por latero y comer ese queso amarillo en lata redonda americano, que bien me sabe, para luego volver a la escuela y continuar con las tareas del pizarrín hasta las horas de la salida para entre charco salpicar al otro y llenarlo de barro y soltar unas risas de desternillarme para luego jugar a “espadear”, o a los tesoros de papel plata escondido en algún lugar, o a los piratas con el ojo tapado, o a la comba, o a los pecos, o a los platillos, o a los bolindres, o irme con los otros niños al Descansadero a hacer de las nuestras y mezclarnos con los otros niños que vivían en otro tipo de alojamiento construidos en su estructura, a cuatro aguas, con soportes de palos de chopos, de eucaliptos o de cualquier otra madera que hubiera a mano, alfajías de cañas, para luego revestirla con eneas y juncos arrancados de las entrañas de los arroyuelos o albinas y revestidos sus muros interiormente con adobes pintados con cal blanca de Morón apagada en borbotones y salpicones de agua y suelos de tierra negra en donde con los animales de compañía, gatos, perros, gallinas, se escondían de los rugidos de los grandes señores de la naturaleza y del sol, implacable en las cuatro estaciones, rodeados por arbustos verdes frondosos, a los que llamábamos “trasparentes” . Recuerdo de ese sitio del Descansadero a las familias asentadas allí, en las “chozas”, que luego pasaron a las nuevas viviendas del pueblo, de Charneca, de Sierra, de Gaspar, de Alejandra, de Eslava, de la Tardía, de…, en fin de otras muchas.


Viene a cuento estos recuerdo y a remontarme a esos tiempos porque hoy ha venido a verme un amigo para decirnos nuestras cosas y entre una de ellas, hemos hablado precisamente de lo relatado anteriormente y me ha traído unas fotos de la época, que pongo aquí, donde se ven las chozas en el Descansadero con el fondo del pueblo y también, la choza de Sierra, ¡¡claro!! Ante la visión de tan espléndidas fotos, quién se resiste a recordar y emular años de inocencia inconsciente donde, con poco o nada, me sentía bien y feliz sin saber y preocuparme de las carencias existentes que teníamos los niños de esos tiempos.


Y fui creciendo entre los míos con carencias y abundancias entre barracones con vecinos en chozas y pueblo nuevo, y de éste también me fui durante muchos años con visitas periódicas al mismo para retornar en un invierno donde la lluvia ya no es tan áspera, aunque el viento sigue igual de violento y que la una y el otro cogidos de la mano, en pareja, ya no se jactan con los más desfavorecidos para meterlos en temporal y deja salir a todos de sus resguardos.



Y Veo a Antonio Sierra y le digo que es el que mejor vive del pueblo y que parece que no se pone viejo y a lo que le digo, él, se ríe, y se lleva la mano en forma de uve a la barbilla acariciándola varias veces para decirme que él es guapo, y ¿esta cara?, y es verdad, es guapo por dentro y por fuera, y entramos en un diálogo que siempre mantenemos cuando nos vemos… y al final él me dice: ¿y…tú, … un qué? Y me retrotraigo en el tiempo y veo su choza, si choza, aquella donde desde siempre lo vi. Y lo conocí como ha sido siempre en la inocencia de la sonrisa permanente cubierta y alojada en aquel habitáculo hecho de eneas, juncos y adobes arrancados de las entrañas de los arroyuelos y albinas para crecer en el descansadero.


Simón Candón 08 /04/2011