viernes, 18 de diciembre de 2009

A Cruz Aguirre


MI MAESTRO



El que dedicara su vocación,
entre embriones de Pueblos Blancos,
Barracones fríos y calles de barro
y escuelas perdidas de quesos y leche
americana.

A mi maestro

El que me enseñara a gatear,
a ponerme de pié y andar
en las letras

A mi maestro

El que me ilusionara, niño, a aprender
y buscar en el saber.

A mi maestro

El que, con el mapa eléctrico de España,
¡innovador¡ me enseñara geografía.

A mi maestro

Que me dejó por las calles
de los pueblos blancos y….
se fue a caminar por el Pueblo Celeste,
entre bondades y entrega.

A mi maestro

Gracias.


Dos Hermanas, l2 de Diciembre de 1.999

jueves, 17 de diciembre de 2009

AGRADECIMIENTO:

En nombre de mis hermanos y en el mío propio, queremos dar las gracias en el acompañamiento que nos hacéis en esta hora de despedida de nuestro Padre.

Nosotros lo recordamos y lo recordaremos siempre como una persona buena que ha pasado por esta vida sin querer hacer mal a nadie, sino todo lo contrario.

Buena gente.

Y es lo que nos enseñó a nosotros.

Fue un buen padre y un buen marido.

Fue un gran hombre porque tuvo a su lado una gran mujer.

Nosotros, la suerte de tenerlos a ellos.

Atrás quedaron los días de penurias en barracones fríos de chupones y barro.

Atrás quedaron los días de colonizador de Pueblo Nuevo por hacer, junto con otros hombres y mujeres forjados en esfuerzos y privaciones.

Atrás quedaron los días de comuna.
De tutela.
De renta.
Y de propiedad.

Atrás quedaron los días de opresiones y vejaciones.

Atrás quedaron los días de engaños en los aforos de las cosechas.

Atrás quedaron los días de caprichos de peritos, guardas y mayorales.

Atrás quedaron los días de mentiras.

Atrás quedaron.

Y también quedaron atrás los días de tratos.
De escopetas.
De perros podencos.
De cotos.
De caballos.
De ferias.
Y de cantes.

Fuiste uno de los primeros en llegar entonces.

Y ahora, uno de los últimos en irte.

Pero te quedas.

Te quedas en nuestros corazones.

Te quedas con esa mirada de ojos azules y esa sonrisa que invadía toda tu persona.

Te quedas, porque somos sangre de tu sangre.

Eras un enamorado de la vida y siempre decías que la vida es muy bonita y que merece la pena vivirla sin malos gestos, con amor y con dulzura.

Pues por esto y por otras muchas cosas más ha tenido sentido tu vida.

Tu mujer, LA MAMI, te recibirá, allá, con el amor que te profesó aquí, y estaréis juntos en el abrazo del amor eterno para siempre.

Y por esto y por otras cosas más, gracias, Padre.

Simón Candón Sánchez

Dos Hermanas, 15 de Agosto de 2.005
A mi querida Madre Juana Sánchez Pérez





CARTA A MI MADRE:



Mamá, hace tiempo que te fuiste en silencio sin decirme que te ibas. No te despediste de mí. Ingresaste en el hospital un miércoles por la dolencia de los costados, espalda y tos de un resfriado. Hablé contigo y me decías que no fuera a verte, que te encontrabas bien. Te fuiste sin decirme que te ibas. Cuando me avisaron de que te habías ido, no me lo creí. No podía ser. Si... me habías dicho la tarde anterior que estabas bien y que te daban el alta al día siguiente, ¿Cómo es que te fuiste sin decirme que te ibas? Cuando me avisaron, no me lo creí, y sin embargo, salí corriendo despavorido a tu encuentro. Cuando llegué, no quise, no quise verte porque no quería mirar a un cuerpo inerte, rígido, con color a tierras y sin vida. Prefería el recuerdo vivo de tu imagen irradiando alegrías. Me quedé compungido y huérfano. No supe llorar. Te llevé en tu último viaje sobre mis hombros para sentirte más cerca de mí, me invadiste en cuerpo y alma por dentro, pero no supe llorar. No supe llorar. Es verdad que las lágrimas surcaron mis mejillas durante muchos días y continúan deslizándose con frecuencia callada. Es verdad. Te fuiste sin decirme nada. O…… ¿no diciéndome nada, me lo dijiste todo? Yo, me quedé entre mis lágrimas, sin saber llorar, con mi rosa y sus pétalos caídos, sin vida y con la desesperanza de perder parte del jardín en donde había nacido.

Recuerdo, cuando niño, que me mimaste, que me lo diste todo. Incluso lo que no tenías, lo buscaste para mí. Cuando adolescente, me arropaste y cuando adulto, me comprendiste. Fui niño afortunado por tener una gran madre. Fui adolescente afortunado, por tener una gran madre. Y fui adulto afortunado, por tener una gran madre. Yo te hablo de mí y de mis sentimientos. ¿Te acuerdas cuando me mandabas el almuerzo “liao” en una servilleta con el chofer del “tranvías” de línea al bar Alegría y yo lo recogía para irme al colegio de los salesianos de Jerez? ¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas de las caminatas que dabas hasta la casa de la Beltrana? Se que te acuerdas. Yo también. Fuiste madre sacrificada, ama de casa educando y trabajadora como nadie.

Fuiste coqueta hasta para irte sin decírmelo. Tu cajita de polvos. Tu colonia. Escogiste el mes de Mayo. El mes de las flores, porque tú fuiste una de ellas, una rosa de pétalos vivos llenos de color, de vida, de fuerza y encanto. El mes de las madres, para dejarme huérfano. Y, ... el mes que quiero y admiro por su colorido, por la explosión de vida de la naturaleza y porque en él me pariste y me diste a la vida como una flor más del jardín del paraíso perdido.

Mamá, ¿sabes?, no te tengo nada que agradecer. Nada. ¿Y…. sabes por qué no te tengo nada que agradecer?, porque no sería buen hijo si tuviera que agradecerte algo.


Yo, te tengo que querer, porque fue una de tantas cosas de las que me enseñaste. Te tengo que admirar. Te tengo que venerar. Te tengo que sublimizar. Te tengo que…. tantas cosas que…… Bueno. Por eso no te tengo nada que agradecer. Me diste tus alegrías, tus carnavales. ¿Te acuerdas cuando me vestías con harapos disfrazado y cara tiznada con “picón” y salíamos por las calles pregonando no sé qué cosas? ¿Te acuerdas? Y la felicidad de la vida en su aspecto positivo. Cuántas veces me dijiste: ve allí: El no, ya lo tienes. Nada pierdes. No te acobardes nunca. Mira a los ojos. Presenta cara a los problemas. ¿Y si te dicen que sí? Pues eso es lo que te encuentras. ¿Cuántas veces me lo dijiste? Muchas. Fue una máxima y una manera de ver la vida siempre.

Mamá, ¿y qué me dices de tu enamoramiento perdido hacia mi padre, tu espeso? ¿Qué me dices? ¿Nada? ¡Claro!. ¿Qué me vas a decir? Estabas ciegamente enamorada de él. No veías otros ojos azules, ni pestañas de oro como las suyas. Estabas atrapada por él y le dabas todos los mimos. No te cansabas de decir su nombre. Es verdad que pasasteis juntos malos momentos para sacarnos a todos tus hijos adelante. Calamidades, enfermedades, necesidades, pero salisteis siempre adelante con ese espíritu de lucha que siempre te ha caracterizado y que me has transmitido.

Mamá, me ha costado mucho escribirte esta carta. Es verdad que no te escribía desde hacía muchísimo tiempo. Es verdad. Casi siempre, fue la norma de hablarnos entre nosotros y nos contábamos nuestras cosas, pero hoy lo he hecho para rendirte el homenaje de un hijo que se siente con el deber y la obligación del reconocimiento a tu entrega abnegada y del amor que siempre nos profesamos. Hasta siempre no, hasta luego. Tu hijo Simón.

vida y alma

Se me fueron las ideas
Las palabras se me agotaron
El alma, me ilumina
Y el corazón, me estalla.

Perdido ando
En no se que tramas
Por este mundo podrido
Sin ganas de nada, nada.

¿Cómo salvo esto?
¿Cómo supero las desganas?
¿Cómo alegro mi vida?
¿Cómo suspirar con mi alma?

Me levanto y miro
Miro al horizonte, al alba
Y al alba le prometo
Superar las desganas

Horizontes claros y azules
Horizontes llenos de esperanzas
Esperanzas que anhelo
Dulces encuentros al alba

Benditos sean
Horizontes claros y azules
Alma llena de ganas
Corazón henchido
Y albas a las esperanzas

Bendita tú, vida
Tú, alma
Tú, alba
Bendita, bendita,
Benditas las ganas

Las ideas, florecen
Las palabras, tracan
Las esperanzas, rejuvenecen
Ya se en que tramas

Vida, vida, vida
Alma, alma, alma

Simón Candón 14/08/09