viernes, 3 de mayo de 2013



LA ROSA ROJA
Había entre las flores,  una que destacaba entre todas y a la que la gente que pasaba por el jardín, siempre la piropeaban diciéndole: guapa, guapa, guapa; otros le decían: bonita, bonita, bonita. También había gente que se acercaba a ella y le runruneaba: eres hermosa y bella entre todas.  Ella al oír y recibir estos halagos, se ruborizaba y por eso siempre, siempre, siempre estaba roja, roja, roja, y como era muy tímida, se avergonzaba con tantos elogios.

La flor se llamaba Rosa, y aunque se avergonzaba con tantas alabanzas, ella se preparaba todas las mañanas para estar guapa y alegrar el jardín donde se encontraba. Sus pétalos se abrían dándole la bienvenida al Sol y le agradecía que la mimara con sus rayos y, también, que le diera el calorcito que ella necesitaba para estar esplendorosa, porque por la noche y de madrugada la cubría, con su manto, el velo del rocío, que le daba prestancia y humedad.

Todas las flores del jardín eran bellas porque la Madre Naturaleza se había encargado de que todas, todas, todas, relucieran como el sol que las alumbraba y le dieran el color al jardín para que éste fuera encantador.  Así que, todas las flores, se reunieron un día y juntas, decidieron hacer una fiesta muy grande, muy grande, muy grande para festejar y premiar a la Madre Naturaleza por haberlas hecho tan diferentes unas de otras y al mismo tiempo tan bellas; De modo que así lo acordaron, pero quedaba por concretar qué fecha sería la más adecuada para poderla hacer y todas dijeron, sin dudarlo y la misma vez, que fuera la Primavera.

Decidido, por todas las flores, que harían una gran fiesta y que la fecha para celebrarla sería la Primavera, quedaba por escoger el regalo para dárselo, en agradecimiento, a la Madre Naturaleza. Entonces, todas reunidas en el jardín, abrieron un turno de palabras entre ellas para que cada una diera su parecer o propusiera que tipo de regalo convenía hacer para que estuvieran todas ellas representadas.  Y, una a una, fueron diciendo:

El primero en hablar fue el Jazmín y dijo: Pues yo, yo…, yo daría unos de mis ramilletes para que se hiciera una moña para que se luciera ella (la Madre Naturaleza).

La Margarita dijo: pues yo, yo…, yo me arrancaría la hoja del Sí para que fuera siempre feliz.

La Amapola se ofreció para  estar junto a ella durante todo el tiempo que durara la gran fiesta de la Primavera y darle sus colores vivos de juventud.

El Lirio, dejaría de estar en el campo y se trasladaría al jardín con su colorido liliáceo.

El Clavel, dijo que no abandonaría la solapa de la Madre Naturaleza mientras no terminara la fiesta.

Y así, una tras otras se fueron ofreciendo para que la Madre Naturaleza tuviera el mejor regalo de todas ellas y se pudiera presentar radiante y garbosa ante los ojos de los hombres y coquetear con ellos para recibir los más bonitos, hermosos y delicados piropos.

Pero ¡claro!, todas las flores, todas, con sus propuestas, se tenían que desprender de una parte de su cuerpo que las mutilaban, aunque a ellas no les importaban con tal de hacer feliz a la Madre Naturaleza, de modo que por último intervino la Rosa Roja y las arengó a todas diciéndoles:

Hermanas flores de este Jardín, yo propongo, y es de agradecer vuestras propuestas y ofrecimientos, que lo mejor que podíamos hacer todas, es que le diéramos lo mejor de nosotras mismas. Y lo mejor de nosotras mismas es darnos por entero a la Madre Naturaleza con nuestra forma de ser y particularidades, nuestros multicoloridos, nuestras diversas fragancias, nuestros distintos olores, nuestro inmenso amor, sin necesidad de mutilarnos porque esta aptitud haría infeliz a la Madre Naturaleza  y nos juntáramos todas en el Jardín del Edén para que fuera todavía  el más hermoso y bello jamás visto y así  hagamos el mejor y el más maravilloso de los regalo  que pueda recibir nuestra Madre Naturaleza.

Tienes razón, Rosa Roja, no podemos hacer infeliz a la Madre Naturaleza  dañándonos nosotras misma. Tenemos que respetarnos para estar guapas para ella. 

Y todas gritaban diciendo:

Bieeenn Rosa Roja, bieeenn Rosa Roja. Tu hermosura nos ha hecho ver que tenemos que preservar la nuestra para hacer feliz a la Madre Naturaleza por todo lo que nos ha dado.

Y todas las flores se levantaron y aplaudieron con fuerza lo dicho por la Rosa Roja, y los bosques, y los animales, y las aves, y los pájaros, y los río, y los lagos, y los mares, y las montañas, y las llanuras,  y el sol, y la luna, y las estrellas, y todos los pobladores de la tierra que habían estado atentos a las palabras de la Rosa Roja, también se unieron a la gran fiesta a la Madre Naturaleza y decidieron que el mejor regalo que se le podía hacer a la Madre Naturaleza era el que había propuesto la Rosa Roja.

Todos aquellos aplausos, se escucharon por todo el universo y se compuso la más hermosa y bella sinfonía jamás escrita hasta entonces.



Llegó el día en el que se celebró la Gran Fiesta con la explosión, como si de fuegos artificiales se tratara, de todo el colorido de la Primavera y se iluminó el Jardín de Paraíso encontrado en donde toda la gente piropeaba a la tímida Rosa Roja, que se avergonzaba con tantos elogios.

Simón Candón 2/05/2013