sábado, 14 de mayo de 2011

PENEQUE, MI CONFIDENTE Y AMIGO


Peneque, ¿sabes?, hace ya algún tiempo que me viene rondando en la cabeza el hacer o más bien contar la historia de un pueblo; de un pueblo que precisamente fue concebido en la época de la segunda república y que fue ejecutado en la dictadura de Franco, contradicciones de la vida, para que se hiciera realidad lo que la revolución proletaria proclamaba enardecidamente y con exigencias, se hiciera realidad de aquello de “la tierra para quien la trabaja”. Ni que decir tiene que el significado de la palabra “ejecución” es distinto a lo que ocurrió precisamente en la dictadura, ya que de miedo y muerte, se convierte en esperanza y vida. Esperanza y vida para muchas familias que tuvieron la suerte, o que se yo, de formar parte de esas nuevas poblaciones, de esa nueva “colonización” de los distintos territorios de España.

Peneque, ¿sabes?, quisiera que mi narración no contuviera reproches hacia nadie, ni hacia nada. No quisiera caer en ello. No. Me niego rotundamente porque entiendo que si en esta nuestra España, hoy convertida en Las Españas de las Autonomías, porque la hemos querido así, el ayer tuvo una generación de mandatarios, tanto de un lado como el de otro, cegados, irresponsables y sin compromisos alguno con las generaciones venideras, hoy, yo, no la voy a demonizar y caer en la misma tentación de los enfrentamiento, al contrario, estaré en la actitud de la concordia y de la responsabilidad con todos los que nos hemos dado el actual estado de derecho.

Peneque, tú no habías nacido. No. Ni si quiera yo sabía que tú tenias que nacer; pero te contaré algo para que tu lo sepas. Te diré que mis padres, mi familia, formó parte de aquellas familias “colonizadoras” de los nuevos pueblos de España, y de ahí que yo, hijo de “colonizador” intente contarte la historia de un nuevo pueblo nacido en la campiña del Jerez, con nombre propio de obligado cumplimiento, un tiempo, Guadalcacín de Caudillo, que pasado éste, se empezó a llamar Guadalcacín, sin más adjetivo que lo identifique que la campiña que le da su nombre en la comarca del regadío.

También de diré, Peneque, que lo que te relato aquí, contará con lo que recuerde mi frágil memoria de lo vivido y de lo que los demás y la ayuda de lo escrito hasta la fecha me digan para que yo te lo cuente. Tu serás mi confidente, mi amigo en donde depositaré todo aquello que tu seas capaz de soportar. Y… ¿Sabes por qué te he elegido a ti? ¿No lo sabes? ¿Tampoco te lo imaginas? ¿No?, pues te lo diré. Porque eres bonachón, paciente y sobre todo porque eres amigo y te entusiasman mis historias, y yo como lo se, no puedo por menos, como buen amigo, largarte esta historia que no se cuanto durará, pero seguro que disfrutarás conmigo, tu escuchándome y yo contándotela.

Antes de comenzar esta historia, quiero presentarte a mis otros amigos, si, para que también sean tuyos, y te conozcan, esos amigos que de vez en cuando me leen, se entusiasman, me critican en lo que digo y hasta se aburren por lo “pesao” que me pongo con ellos, sabiendo que esa actitud se transforma en cariño duradero de sonrisas inocentes y ánimos para continuar en la briega de la palabra. Si, amigo Peneque, te presentaré a mis otros amigos para que también sean tuyos, pero será un poco más tarde, cuando todos estén ávidos por saber quién eres. ¿Lo aceptas?, ¡¡claro que si!!. Vamos a ello. Interrumpo un momento y pronto empezamos.